Verba volant, scripta manent.

Sombra


Sombra estaba harta de ser sólo sombra. Estaba cansada de estar siempre por los suelos o estampada contra una pared…estaba harta de que la manipularan, de que los niños jugaran con ella a su antojo y de que los mayores le pasaran indiferentes por encima. Su vida había sido vacía desde el comienzo, dependiente, esperpéntica en la forma, una vida sin fondo…estaba ya agotada de existir en tonos grises, quería color, quería divertirse, ansiaba alegría, ya no podía más con su existencia esclava de alguien o algo que no era ella misma, se hartó de conformarse, se llenó de rebeldía. Ya no soportaba que cada cual viera en ella aquello que quería ver…deseaba disfrutar de una personalidad propia. 

-Si pudiera ser YO- …pensaba.
Sombra estaba harta de ser sólo eso, sombra…Y de repente un día, alentada por Esperanza, su amiga más optimista y arriesgada, decidió que podía cambiarlo todo, que nada era imposible, que las leyes de la física ya no la dominarían más…y tomando todo el impulso que su fuerza de voluntad le dio, saltó al lado contrario de sí misma...y dejó de existir. Así sin más, perdiendo todo lo que había arriesgado. 
Esperanza por su parte, mostrando el lado más cruel de su persona, la olvidó, porque a Esperanza siempre le sobran amigos y... alguna vez, le falta compasión. 


La mirada

Siempre había pensado que lo del sexo sin amor no iba conmigo, que yo no era de esas personas que sale un sábado buscando el polvo fácil, que cuando me acostaba con alguien no sólo le entregaba mi cuerpo, que mi alma siempre entraba en el lote...Pero ahora, después de tanto tiempo entregando mi alma, después de partirla en pedacitos para que nadie se quedara sin su parte, empecé a pensar que, quizás era el momento de no implicarme tanto en cada relación, que me vendría bien darle un descanso a mi corazón mientras el resto de mi cuerpo se divertía...y así fue como te encontré aquel miércoles por la noche (ni siquiera era el día más propicio para ello).
Me llevaste a tu casa, fue una noche intensa...follamos (vamos a llamar a las cosas por su nombre). El deseo sacudía nuestros cuerpos como descargas eléctricas. Me esposaste a tu cama sin compasión y nuestro sudor, saliva y demás fluidos se intercambiaron con la naturalidad con la que la sal y el agua se mezclan en el mar...Tú querías llamarme por mi nombre y como respuesta sólo te di una excusa para no hacerlo... únicamente te pedí una cosa: que no me miraras a los ojos...Accediste sin problemas.
Tus labios expertos recorrieron con pericia los lugares más recónditos de mi cuerpo que ya no era uno, ahora formaba parte de un conjunto de brazos, de piernas, de pechos, de sexos...y tu cuerpo era sólo una mitad del mío...Tus manos moldearon mi cuerpo a su antojo, mi boca suplicó la tuya varias veces y otras tantas, tu lengua dejó a la mía que entrara sin llamar...Comprendí que el sexo sin amor era posible y que al fin y al cabo el deseo abre puertas que los sentimientos cierran...
Entonces, cuando ya no quedaba en nosotros ni una sola gota de sudor que no hubiera sido satisfecha, incumpliste tu promesa: me miraste a los ojos, penetraste en ellos profundamente, te asomaste a su abismo sin permiso...y te llevaste mi libertad.
Me quitaste las esposas y me dejaste ir...pero ya era tarde, demasiado tarde para hacerte comprender que me habías hecho rehén de tu mirada...de por vida. 



¿Somos lo que comemos?


Imagen:  "Suicidals" de David HO
Aquel día cualquiera, empecé con mi dieta vegetal: fui eliminando la carne, la pasta , eliminé el arroz, los cereales, eliminé el aceite, el pan y hasta la leche…creía que me supondría un esfuerzo inhumano, pero resultó que no, que mi cuerpo se adaptó perfectamente a sus nuevos nutrientes,: nitrógeno, pentóxido de fósforo, boro, cobre,manganeso,zinc, hierro y molibdeno… abandoné por completo aquellas deliciosas hamburguesas y dejé de merendar los dulces que tanto me alegraban el día…las pizzas dejaron de ser mi cena de los viernes y los entrecots mi manjar de los domingos…abandoné aquella “dieta mediterránea” que sin ningún esfuerzo había hecho a mi medida y poco a poco me acostumbré a “sacarle el jugo” a la tierra que me rodeaba…"somos lo que comemos”, decían en los programas matinales de salud que algunas veces veía con cierto escepticismo…un día me desperté y pude ver que de mis dedos crecían pequeñas ramitas, mi pelo ensortijado tenía hojas y mi piel ya no era suave, mis codos eran verdaderos nudos y el tatoo del corazón atravesado por una flecha que me había hecho en el espalda parecía ahora estar grabado con un cuchillo…llovía intensamente…y entonces sentí por primera vez en mi vida que sabía exactamente lo que necesitaba y a dónde quería ir…Casi sin ser consciente de lo que hacía me puse mi vaquero y mi sudadera, me subí la capucha y caminé no sin antes tomarme mi ración de agua “enriquecida”.Cuando llegué al parque elegí el sitio, sin prisa, como si tuviera cientos de años por delante…y cuando por fin me acomodé me quité como pude los tenis, mis dedos se expandieron, penetraron en la tierra, despacio pero con decisión, haciéndola suya…me quité la ropa y todo mi ser sintió la libertad que tanto tiempo había añorado…cerré los ojos y sentí cómo la lluvia me alimentaba, me limpiaba, me descontaminaba, me renovaba, me hacía sentir yo mismo…En unos días una familia de gorrioncillos anidó entre las ramas de mi cabeza, ahora, por fin, comprendía el significado de aquella frase que tantas veces me había repetido mi madre: “no tienes más que pájaros en la cabeza…”

(para C.)




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